Reflexiona:
«Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Quién soy yo?».
Piensa:
Una de mis partes favoritas durante los certámenes de belleza es la ronda de preguntas aleatorias, porque dejan entrever mucho la verdadera personalidad de las participantes. Cuántas veces sucede que hay quienes durante las primeras rondas tienen un gran desenvolvimiento, pero se desploman al momento de dar una respuesta que no está prefabricada, sino que deben formular en ese momento.
Algo similar pasa en el Evangelio de hoy, vemos a Jesús hacer dos cuestionamientos muy distintos a sus discípulos, primero les interpela a decir lo que han escuchado de otros, siempre es más fácil copiar lo que otros dicen, en el colegio nos enseñan a memorizar las respuestas de los libros, y muy pocas veces nos incentivan a crear nuestros propios criterios con base en lo que aprendemos. Quizá siempre ha sido así y por eso Jesús empieza por lo sencillo ¿Quién dice la gente que soy yo? Y rápidamente surgen las respuestas.
Pero después pasa al plano personal, cambia el sentido de la pregunta de tercera a primera persona, ¿Quién dicen ustedes que soy yo? Y nos damos cuenta de que ya no es tan fácil responder. Para mucho Jesús sigue siendo un enigma, para otros es un personaje histórico relevante, incluso cada día son más las personas que creen que es solo un mito.
Y nos damos cuenta de que hoy, después de dos mil años, esa pregunta sigue teniendo muchas respuestas. Casi siempre imitamos lo que otros han dicho, lo que hemos leído en el catecismo o lo que nos enseñaron nuestros padres. Sin embargo, Jesús no quiere saber lo que has oído, quiere saber lo que hay en tu corazón, ¿Quién dices tú que soy yo? Después del tiempo que llevas conociéndolo, con lo que has vivido, la forma en que has experimentado su presencia y su amor, ¿cuál será tu respuesta?
Ojalá que, de la misma manera que respondió Pedro, seamos capaces de dar una respuesta sincera que venga del fondo de nuestro corazón, que demuestre esa intimidad y entendimiento que solamente surgen de la confianza y del conocimiento de la otra persona; no podemos responder sinceramente si no le conocemos, por eso es también una invitación a acercarnos más a él para crear nuestro propio criterio sobre quién es y el papel que juega en nuestras vidas.
Dialoga:
Señor Jesús, tú me sondeas y me conoces, sabes lo que hay en mi corazón, mis temores, miedos y limitaciones; pero también el gran deseo que tengo de seguirte sinceramente y conocerte cada día más. Concédeme la gracia de caminar fielmente a tu lado para crear una relación más estrecha contigo y con el Padre, para que cuando me preguntes sobre mi opinión de ti, pueda dar una respuesta sincera y real que surja de mi corazón.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor Jesús, quiero conocerte cada día más»
Recalculando:
Para redireccionar tu vida con respecto a esta invitación de Jesús, te invito a que hagas una pausa en tu vida. Pienses en verdad el lugar que ocupa Jesús en tu corazón, en tus decisiones. Y trata de ser explícito con tus amigos, por ejemplo, en tus redes sociales poner un link a textos del Evangelio, mostrarte oficialmente cristiano y comprometido, porque esto ayudará a que tú mismo te sientas bien frente a tu identidad cristiana.
Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 16:13-23
Cuando llegaron cerca del pueblo de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
—¿Qué dice la gente acerca de mí, el Hijo del hombre?
Los discípulos contestaron:
—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, y otros dicen que eres el profeta Elías, o el profeta Jeremías, o alguno de los profetas.
Entonces Jesús les preguntó:
—Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Quién soy yo?
Pedro contestó:
—Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios que vive y da vida.
Jesús le dijo:
—¡Bendito seas, Pedro hijo de Jonás! Porque no sabes esto por tu propia cuenta, sino que te lo enseñó mi Padre que está en el cielo. Por eso te llamaré Pedro, que quiere decir “piedra”. Sobre esta piedra construiré mi iglesia, y la muerte no podrá destruirla. A ti, Pedro, te daré autoridad en el reino de Dios. Todas las cosas que tú prohíbas aquí en la tierra, desde el cielo Dios las prohibirá. Y las cosas que tú permitas, también Dios las permitirá.
Entonces Jesús ordenó a sus discípulos que no le contaran a nadie que él era el Mesías.
Desde ese momento, Jesús comenzó a decirles a sus discípulos lo que le iba a pasar: «Tendré que ir a Jerusalén, y los líderes del país, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley me harán sufrir mucho. Allí van a matarme, pero tres días después resucitaré.»
Entonces Pedro se llevó a Jesús aparte y lo reprendió por hablar así. Le dijo:
—¡Eso no puede sucederte, Señor! ¡Que Dios nunca lo permita!
Jesús se volvió y le dijo:
—¡Pedro, estás hablando como Satanás! ¡Vete! Tú no entiendes los planes de Dios, y me estás pidiendo que los desobedezca.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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