Reflexiona:
«Pero, si tú lo mandas, voy a echar las redes…»
Piensa:
Hace algún tiempo reflexionaba sobre la forma en que Dios nos llama a cada uno, a veces de manera muy sutil casi sin darnos cuenta, otras veces es muy estruendoso; pero siempre es muy respetuoso y no nos obliga a seguirlo, nos invita, pero somos libres de responder.
¿Alguna vez te has puesto a imaginar que hubiera sucedido si Pedro ese día en su barca en lugar de echar las redes hubiera tomado a Jesús como un loco y simplemente hubiera echado las amarras y se hubiera ido a su casa? ¿O aquel joven rico en lugar de ponerse triste hubiera ido a vender sus cosas y se hubiera convertido en discípulo de Jesús?
No lo sabremos, pero esta reflexión nos hace darnos cuenta de que con Dios siempre tenemos opciones, no estamos obligados a hacer nada, la decisión de atender a su llamado es nuestra; solo se necesita que estemos dispuestos a dar ese salto de fe, como Abraham, Pedro, Saulo… tantos personajes a quienes Dios llamó a dejar de lado su vida ordinaria para ir en pos de una vida junto a él.
Cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida seguramente hemos tenido estos momentos en los que las circunstancias nos hacen cuestionarnos sobre el sentido de nuestra existencia, esos momentos son como puntos de quiebre en el camino en el que tenemos opciones para elegir; no siempre es una buena y una mala, simplemente son caminos distintos. Recuerdo mucho que un catequista nos decía que Dios nunca nos hace elegir entre lo bueno y lo malo, porque él es un Padre amoroso, y ningún padre haría elegir a sus hijos entre un pastel de chocolate y uno de lodo; nos da opciones como elegir entre uno de chocolate y uno de fresa… no importa cual elijamos, ambas serán buenas, simplemente son diferentes.
Lo importante es tomar una decisión, quizá en el pasado, en este momento o en un futuro cercano te enfrentes a la necesidad de elegir el rumbo que quieres dar a tu vida, y debes estar consciente de que Dios te llama, te invita a dar ese salto de fe, a confiar en él, a echar las redes aunque parezca que es inútil.
Vuelve a intentarlo, vuelve a perdonar, vuelve a amar, vuelve a comenzar… ojalá podamos responder con confianza como Pedro y decirle: «Si tú lo mandas voy a echar las redes».
Dialoga:
Señor Jesús, tú conoces lo que hay en mi corazón y sabes cuantas cosas he dejado de lado por haber perdido la fe. Dame el valor para saber mantenerme firme y a no dejarme ganar por la desilusión, que pueda encontrar siempre las fuerzas para volver a intentarlo y ser un fiel servidor tuyo.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, en tu nombre, volveré a intentarlo»
Recalculando:
Seguro que en tu vida quisiste hacer alguna obra de bien y no te salió. Puedes haberte descorazonado y abandonar esto. Desde un recalcular la vida, te invito a que esa buena obra puedas volver a realizarla, pero ahora en nombre de Dios. Siempre tiene que ser algo que sirva para los demás, para la comunidad, aunque no se den cuenta los demás, tú sí lo sentirás mejor.
Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 5:1-11
Una vez Jesús estaba a la orilla del Lago de Galilea, y la gente se amontonó alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios. Jesús vio dos barcas en la playa. Estaban vacías porque los pescadores estaban lavando sus redes. Una de esas barcas era de Simón Pedro. Jesús subió a ella y le pidió a Pedro que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente.
Cuando Jesús terminó de enseñarles, le dijo a Pedro:
—Lleva la barca a la parte honda del lago, y lanza las redes para pescar.
Pedro respondió:
—Maestro, toda la noche estuvimos trabajando muy duro y no pescamos nada. Pero, si tú lo mandas, voy a echar las redes.
Hicieron lo que Jesús les dijo, y fueron tantos los pescados que recogieron, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca, para que fueran enseguida a ayudarlos. Eran tantos los pescados que, entre todos, llenaron las dos barcas. Y las barcas estaban a punto de hundirse.
Al ver esto, Pedro se arrodilló delante de Jesús y le dijo:
—¡Señor, apártate de mí, porque soy un pecador!
Santiago y Juan, que eran hijos de Zebedeo, Pedro y todos los demás, estaban muy asombrados por la pesca tan abundante. Pero Jesús le dijo a Pedro:
—No tengas miedo. De hoy en adelante, en lugar de pescar peces, voy a enseñarte a ganar seguidores para mí.
Los pescadores llevaron las barcas a la orilla, dejaron todo lo que llevaban, y se fueron con Jesús.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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