Reflexiona:
[El hombre] al verse sano, regresó gritando: «¡Gracias, Dios mío! ¡Muchas gracias!»
Piensa:
Cuando alguien hacía algo en favor nuestro en la infancia y recibíamos ayuda, luego nos decían: ¿Cómo se dice? Ésta es sin dudas una de las frases que más escuchamos de niños, y quizá en un principio solo reaccionábamos de manera mecánica a la indicación de nuestros padres, pero con el tiempo fuimos aprendiendo el valor de la palabra «gracias».
La gratitud no es solo un acto de cortesía sino un proceso de crecimiento interno, decirle gracias a quien nos ayuda es una forma de valorar el gesto amable que ha tenido con nosotros, pero la gratitud va más allá, una persona que sabe agradecer también es una persona que sabe encontrar en cada circunstancia de la vida, una razón para sentir gratitud hacia la vida y esa sensación de armonía les hace vivir una vida más serena y en paz.
Actualmente vivimos en una sociedad estresada, constantemente cansada y con sentimiento de frustración. Nos bombardean todos los días con noticias negativas y una visión deprimente del futuro, y llega el momento en que dejamos de ver las cosas buenas de la vida. Personalmente creo que el problema es que no sabemos agradecer las experiencias, pensamos que todo debe ser fácil y simple, y cuando nos topamos con circunstancias complicadas nos sentimos defraudados.
Hace poco veía un documental sobre una catástrofe, y pasaron algunos testimonios de personas que debieron estar ese día ahí, pero por diferentes circunstancias no llegaron: el tráfico, fallas en el auto, enfermedad. Al principio se sentían enojados por no haber podido llegar al lugar, pero cuando vieron las noticias se sintieron agradecidos de no haber llegado a su destino.
Sí, quizá no sea sencillo vivir con una actitud de gratitud, nada que valga la pena es sencillo, pero el Evangelio hoy nos invita a hacer una revaloración de nuestra situación actual, quizá hay algo que te molesta o te inquieta, pero ¿te has puesto a pensar que esa situación puede desencadenar un cambio positivo en tu vida?
Cuando las cosas parezcan ir mal, eleva los ojos al cielo y pide a Dios su ayuda; y cuando las cosas vayan bien, eleva los ojos al cielo y agradece a Dios su infinito amor.
Dialoga:
Señor Jesús, todos los días me enfrento a situaciones que no entiendo y que me frustran, pero hoy quiero dejarlo todo en tus manos, quiero confiar en ti como los leprosos. También quiero agradecer todo cuanto has hecho por mi, y las muestras diarias de tu amor, permíteme ser mas atento y agradecido con cada experiencia de mi vida, confiando en que es lo mejor para mi.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «¡Gracias, Dios mío! ¡Muchas gracias!»
Recalculando:
La mejor manera de agradecer a Dios redireccionando tu vida, es también ayudar a alguien que necesita tu asistencia. Fíjate entre tus conocidos ¿acaso no hay alguien que necesita una ayuda? Puede ser en los estudios, puede ser en el trabajo, puede ser en su casa. Hay tantas cosas que podemos hacer para llegar a los demás. Te propongo que te fijes como meta una actividad. Una sola, bien hecha. Luego, cuando la realices, te evalúas y te fijas cómo te sientes. Estoy seguro de que te vas dando cuenta que ser un discípulo misionero te da nuevas alegrías para poder vivir cristianamente.
Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 17:11-19
Jesús siguió su viaje hacia Jerusalén, y tomó un camino que pasaba entre la región de Samaria y la región de Galilea. Cuando entró en una aldea, salieron a su encuentro diez hombres que estaban enfermos de lepra. Sin embargo, se quedaron un poco lejos de Jesús y le gritaron:
—¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros y sánanos!
Jesús los vio y les dijo:
—Vayan al templo, para que los sacerdotes los examinen y vean si ustedes están totalmente sanos.
Y mientras los diez hombres iban al templo, quedaron sanos. Uno de ellos, al verse sano, regresó gritando: «¡Gracias, Dios mío! ¡Muchas gracias!» Cuando llegó ante Jesús, se arrodilló hasta tocar el suelo con su frente, y le dio las gracias. Este hombre era de la región de Samaria.
Al ver eso, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿No eran diez los que quedaron sanos? ¿Por qué sólo este extranjero volvió para dar gracias a Dios?»
Luego Jesús le dijo al hombre: «¡Levántate y vete! Has quedado sano porque confiaste en mí.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ®< © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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