Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. De alguna manera, podríamos considerarnos como vasijas agrietadas. Agrietadas por experiencias amargas del pasado, por el entorno en que nos desarrollamos y, entre otras cosas, por los genes que forman parte de nuestro ser.

El problema es que muchas veces las ignoramos. Pensamos que son pequeñas, insignificantes e incapaces de causar algún daño, pero no es así. Sin darnos cuenta, la pequeña grieta se sigue abriendo y cuando llegamos al matrimonio, si no logramos sellarla, es capaz de arruinar la relación que un día trajo tanta felicidad a nuestra vida. 

¿Qué podemos hacer al respecto?

1. Examinemos nuestra relación matrimonial con honestidad. Preguntémonos si nuestras conversaciones, decisiones, actitudes y trato hacia cada cual, las estamos filtrando a través de alguna pequeña grieta que no hayamos cerrado por completo y pidámosle a Dios que nos ayude a cerrarla.
   
   1 Juan 5:14-15
   «Tenemos confianza en Dios, porque sabemos que si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y así como sabemos que Dios oye nuestras oraciones, también sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido».
2. Entendamos que no podemos vivir amarrados a las malas experiencias del pasado. El manejo de nuestra relación matrimonial, está basado en el presente y no es justo para nuestro cónyuge juzgar sus acciones por algo que nos ocurrió en el pasado.
   
   Isaías 43:18
   «Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado».
   
   Colosenses 3:13
   «Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes».
3. Miremos a nuestro esposo a través de los ojos de Jesús, pues solo así podremos descubrir todo lo bueno que hay en él. Recordemos que Dios no se equivoca. Si oramos por nuestro esposo y pedimos a Dios que bendijera nuestro matrimonio, él lo hará.
   
   2 Corintios 3:17
   «Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad».
   
   Hebreos 10:35-36
   «No pierdan, pues, su confianza, porque ella les traerá una gran recompensa. Ustedes necesitan tener fortaleza en el sufrimiento, para hacer la voluntad de Dios y recibir así lo que él ha prometido».

Te invito a cerrar tus grietas para que puedas liberar tu hoy de ese ayer que se asoma inesperadamente con el único objetivo de perturbar la paz y convertir el hogar, ese tesoro que convertimos en nuestro altar para Dios, en un campo de batalla. Toma tu escudo y, con la ayuda del Todopoderoso, te aseguro que vencerás.

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