Reflexiona:
«¡No vivan siempre con el deseo de tener más y más! No por ser dueños de muchas cosas se vive una vida larga y feliz.»
Piensa:
En la película «Matrix» hay un diálogo entre Smith y Neo, en el que Smith compara a los humanos con un virus, porque cuando se asientan en un entorno lo invaden y lo destruyen, y cuando han agotado sus recursos se mudan a un nuevo lugar. Y este concepto no es nada nuevo, entre las tribus nativas americanas, se hablaba de los conquistadores como personas con el virus de wetiko, una «enfermedad» que les hacía sentir un deseo desmesurado por poseer todo.
La avaricia es una condición autodestructiva porque nos aleja de los demás y sobre todo de la felicidad. Una persona con un sentimiento de vacío se obsesiona con conseguir cosas que «necesita», porque cree que al conseguirlas se sentirá mejor, pero cuando las tiene el sentimiento persiste y entonces busca más y más de aquello con lo que se obsesione: poder, dinero, reconocimiento, sexo, comida, conocimiento, etc.
¿Pero cómo podemos ponerle freno a la codicia? El primer paso es reconocerla, vivimos en una sociedad en la que medimos el éxito con base en lo que se tiene, y muchas veces eso nos obsesiona con «tener para ser», por eso es importante identificar de donde viene nuestra codicia, porque solo así podremos trabajar en sanar esa herida y trabajar en el desprendimiento y la generosidad.
Cuando aprendemos a dar a otros, sin darnos cuenta, vamos llenando esos vacíos emocionales, dar amor, felicidad y paz a otros, se retribuyen en un sentimiento de satisfacción y paz personal, que nos impulsa a ser generosos.
Entonces, ¿es malo querer crecer y mejorar nuestra situación? No, de ninguna manera; es bueno y positivo buscar mejorar la situación de nuestro entorno, pero no debemos dejar que sea el centro de nuestra existencia. No se trata de tener por tener. Sino de lo que haces con lo que tienes.
Hoy el evangelio nos invita a ser generosos, a no obsesionarnos con acumular, para que nuestro corazón esté libre de ataduras que le impidan avanzar.
Seguramente no es una invitación fácil de aceptar, pero es un buen momento de empezar a mirar en nuestro interior e identificar las cosas que nos obsesionan y nos hacen sentir incompletos. Pregúntate ¿Realmente vale la pena dedicarle todo ese esfuerzo? ¿Vale la pena las cosas que has dejado de lado para ir detrás de esa «necesidad»?
Dialoga:
Señor Jesús, gracias por tu generosidad y por las cosas que me permites disfrutar día a día. Dame la sabiduría de saber aprovechar los bienes que me has dado para ayudar a mejorar la vida de otros, libera mi corazón de la avaricia para que pueda desprenderme de aquellas cosas que me impiden elevarme y llegar hasta ti.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, aleja de mi corazón la avaricia»
Recalculando:
Para ir mejorando en la dirección de tu vida, te invito a que encuentres entre tus cosas, algo que verdaderamente uses, que te sea de utilidad, pero que seguramente a otra persona con menos recursos le pueda servir más. Trata de hacerlo con una persona concreta. Puede ser una prenda de vestir, puede ser un objeto material o algo que realmente te sirva y que, al desprenderte, veas que otra persona lo necesitaba más. El desprendimiento te ayuda a centrarte en lo principal que es la dirección correcta hacia el seguimiento de Jesús.
Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 12:13-21
Uno de los que estaban allí le dijo a Jesús:
—Maestro, ordénale a mi hermano que me dé la parte de la herencia que me dejó nuestro padre.
Jesús le respondió:
—A mí no me corresponde resolver el pleito entre tu hermano y tú.
Luego miró Jesús a los que estaban allí, y les dijo: «¡No vivan siempre con el deseo de tener más y más! No por ser dueños de muchas cosas se vive una vida larga y feliz.»
Y enseguida Jesús les puso este ejemplo:
«Las tierras de un hombre muy rico habían dado una gran cosecha. Era tanto lo que se había recogido, que el rico no sabía dónde guardar los granos. Pero después de pensarlo dijo: “Ya sé lo que haré. Destruiré mis viejos graneros, y mandaré a construir unos mucho más grandes. Allí guardaré lo que he cosechado y todo lo que tengo. Después me diré: ¡Ya tienes suficiente para vivir muchos años! ¡Come, bebe, diviértete y disfruta de la vida lo más que puedas!”
»Pero Dios le dijo: “¡Qué tonto eres! Esta misma noche vas a morir, y otros disfrutarán de todo esto que has guardado.”
»Así les pasa a todos los que amontonan riquezas para sí mismos. Se creen muy ricos pero, en realidad, ante Dios son pobres.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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