Reflexiona:
«Yo vine a invitar a los pecadores para que sean mis discípulos, no a los que se creen buenos».
Piensa:
En una ocasión un ladrón intentó robar dos bancos en pleno día, pensando que si se echaba zumo de limón en la cara, su imagen no sería reconocible en las cámaras de seguridad. Por supuesto, lo arrestaron, pero lo sorprendente es que el hombre no podía entender por qué no había funcionado su truco, si cuando se hacía fotos con su cámara, y tenía el zumo de limón en la cara no se reconocía (el hecho de que entrara zumo en los ojos podía ser la razón).
Este hecho fue estudiado por Daniel Dunning y Justin Kruger, sobre la relación entre incompetencia y vanidad. Analizaron la capacidad de las personas para evaluarse en ciertas áreas, y los resultados fueron que cuanto menos sabemos de algo, tendemos a creer que sabemos más.
En la vida espiritual no es tan diferente, cuántas veces nos damos cuenta de que las personas con las actitudes menos cristianas son las que se creen más perfectas. Y esto no es nuevo, es lo mismo que Jesús les reprochaba a los fariseos, y quizá ese mensaje sea para nosotros también. Nos recuerda que debemos ser humildes y no creernos mejores que los demás. El solo hecho de decir qué somos mejores, nos aleja de la actitud de misericordia y servicio que nos exige el Evangelio.
Hoy es un buen momento para hacer una evaluación sincera sobre nuestra actitud hacia los demás y hacia nosotros mismos, ¿Somos conscientes de nuestras faltas y limitaciones? ¿Estamos dispuestos a trabajar para mejorar, o nuestra vanidad nos impide hacer un cambio?
Dialoga:
Señor Jesús, gracias por ver más allá de mis pecados y ser capaz de reconocer al hijo de Dios que tú quieres que sea. Dame la capacidad de saber reconocer mis propias faltas para poder hacer un cambio y poder seguirte como un discípulo fiel.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a reconocer mis faltas con sinceridad»
Recalculando:
En varias ocasiones, cuando nos comparamos con los demás, nos sentimos mucho mejores, y más cristianos que otros. Pero esta actitud, que puede ser positiva, nos trae como consecuencia un alejamiento del Señor. Todos tenemos fallas. Y para recalcular tu vida, te invito a una acción interna. Por unos días, antes de acostarte a dormir, toma unos minutos para revisar tus acciones del día. Si estás consciente que hubo cosas que pudiste hacer mejor, te propones para el día siguiente hacerlas. Y si en algo fallaste pide perdón. La vida nuestra cambia rotundamente cuando hacemos un análisis cotidiano de evaluación. Fíjate que te sentirás mejor a medida que lo practicas como un hábito.
Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 9:9-13
Cuando Jesús salió de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado cobrando impuestos para el gobierno de Roma. Entonces Jesús le dijo: «Sígueme».
Mateo se levantó y lo siguió.
Ese mismo día, Jesús y sus discípulos fueron a comer a casa de Mateo. Allí también estaban comiendo otros cobradores de impuestos y gente de mala fama. Cuando algunos fariseos vieron a toda esa gente, les preguntaron a los discípulos:
—¿Por qué su maestro come con cobradores de impuestos y con pecadores?
Jesús oyó lo que decían los fariseos y les dijo:
—Los que necesitan del médico son los enfermos, no los que están sanos. Mejor vayan y traten de averiguar lo que Dios quiso decir con estas palabras: “Prefiero que sean compasivos con la gente, y no que me traigan ofrendas”. Yo vine a invitar a los pecadores para que sean mis discípulos, no a los que se creen buenos.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.
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