Después de la escuela —como todos los niños de mi edad— solía llegar a la casa con mucha hambre. Un día, lo admito con tristeza y vergüenza, le grité a mi mamá porque no me gustaba el plato de comida que me había servido. ¡No sé por qué lo hice! Me duele de solo pensarlo. Recuerdo, con gran amargura, cómo las lágrimas de mi madre bajaban por sus mejillas.
Ahora que soy un adulto, que compro mi propia comida y que tengo más conocimiento de lo que pasaba entonces, me imagino lo difícil que debió haber sido para mis padres el preparar el alimento para tantos hijos en medio de las dificultades económicas de la familia. Ese día, en lugar de agradecerle, yo hice que su dolor fuera aún más grande. Tiempo ha pasado, ella, como siempre, me perdonó de inmediato y siguió amándome. Nunca dejó de tener lista mi comida cada vez que llegaba a la casa después de la escuela.
¡Cuánto he aprendido sobre Dios a través de ella y de mi padre! Si Dios es más madre que mi madre y más padre que mi padre, ¡no alcanzo a imaginar la fidelidad de su amor, la generosidad de su perdón, la paciencia de sus cuidados! El honrar al padre y a la madre es un mandamiento que no puede dejar de ser importante aunque seamos adultos, porque a medida que pasa el tiempo aprendemos a apreciar más lo que ellos significaron o significan en nuestras vidas.
«Señor Dios, quiero agradecerte por los padres que me has dado. Te pido perdón por los dolores de cabeza y las lágrimas que les he causado. Derrama tus bendiciones sobre ellos. Concédeles paz y felicidad. Recompénsalos por todo lo que han hecho por mí».
Estos tres versículos de la Palabra te invitan a honrar a tus padres:
1. Éxodo 20:12
Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas una larga vida
en la tierra que te da el Señor tu Dios.
2. Efesios 6: 1-3
Hijos, obedezcan a sus padres como agrada al Señor, porque esto es justo. El primer mandamiento que contiene una promesa es éste: «Honra a tu padre y a tu madre, para que seas feliz y vivas una larga vida en la tierra».
3. Salmos 27:10
Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
tú, Señor, te harás cargo de mí.
Te invito a leer la Palabra de Dios para aprender que su palabra sigue vigente.
¿Cómo vives este mandamiento ahora que eres adulto? Déjanos tu comentario
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